La historia que se cuenta en el libro y también en la película sucede en los años 40, en un tranquilo pueblo del sur de Estados Unidos. Allí, en el transcurso de una noche de verano se conocen dos jóvenes, Noah y Allie. Noah es un chico humilde, que trabaja en el aserradero del pueblo, por 40 céntimos la hora. Allie, en cambio, es una chica de familia acomodada de Charleston, que está pasando las vacaciones de verano en el pueblo. Pese a las diferencias de clase, se enamoran. Es el primer amor para ambos, que se verá truncado debido a la llegada del fin del verano y a la intervención de los padres de Allie.
Noah escribe durante un año una carta cada día a Allie, 365 cartas en total... que nunca llegan a su destinataria, pues la madre de la chica las intercepta. Pasan siete años. Noah ha estado en la Segunda Guerra Mundial, y ha cambiado, pero sigue pensando en Allie. Allie, por su parte, está a punto de casarse con un herido de guerra que conoció en el hospital en el que trabajaba como enfermera voluntaria... pero ve la foto de Noah en el periódico, delante de la casa que ha reformado, como si de una obsesión se tratara, pensando en ella.
Allie vuelve a Noah.
Esta es la historia de amor en sí... pero no es la más bonita, la que llega, la que hace llorar. De hecho, son dos historias dentro de una, o, si se prefiere, una misma historia en dos momentos vitales distintos, con los mismos personajes. De jóvenes y de mayores. Es Noah quien, abuelo ya, lee su propia historia a Allie, con demencia senil... ambos ingresados en una residencia. Leyendo la historia que en su momento escribió Allie, hay días en los que ella recupera por unos pocos momentos la memoria... sabe quién es, quién es Noah, y viven aún unos pocos minutos del amor que les ha acompañado a lo largo de toda una vida. Y es aquí cuando se llora... porque se llora. Y pasan por la cabeza muchas preguntas: ¿vale la pena vivir cuando no sabes quién eres y no reconoces a los tuyos?, ¿qué somos, si no recordamos?.
Mi adorada Allie:
No me queda nada más que decir, salvo que anoche no pude dormir porque comprendí que todo había terminado entre nosotros. Es un sentimiento nuevo para mí, un sentimiento que nunca preví,pero al mirar atrás, pienso que no podía haber sido de otra manera.
Tú y yo éramos muy diferentes, procedíamos de mundos diferentes. Sin embargo, tú me enseñaste el valor del amor. Me enseñaste lo que significaba amar a alguien, y gracias a ello me he convertido en un hombre distinto. No quiero que nunca lo olvides.
No te guardo rencor por lo que ha pasado. Al contrario, estoy convencido de que nuestra relación fue auténtica, y me alegro de que nuestros caminos se hayan cruzado, aunque sólo fuera por un tiempo tan breve. Si en un futuro lejano volvemos a encontrarnos, cada uno con una nueva vida, te sonreiré con alegría y recordaré el verano que pasamos bajo los árboles, aprendiendo el uno del otro y cultivando nuestro amor. Acaso tú sientas lo mismo, y aunque sólo sea por un fugaz instante, me devuelvas la sonrisa y saborees los recuerdos que siempre compartiremos.
Te quiero, Allie.
Noah